¿Qué habrá pasado con Camila?[i]
“Ella no se lo buscó”.
El 22 de marzo de 2020 fue un día aciago para Camila. Las normas del confinamiento dijeron: “…Está prohibido salir de día y de noche, salvo, entre otras excepciones, para sacar a la mascota, por cinco o diez minutos, antes de las once y media de la noche”. Se pretendía evitar la propagación del virus COVID 19.
Camila vive en el noroccidente de Bogotá, en una casa, pequeña, como muchas, y sintió claustrofobia por el encierro. Decidió sacar a su mascota, como muchas, al parque más cercano. Aprovechó la salida para fumar y encontrarse con su novio, de diez y nueve años, dos años mayor que ella. El esperado encuentro, ya que no se veían hacia más de un mes, se prolongó hasta las once de la noche. A esa hora fueron abordados por dos policías, hombres, quienes, al parecer, los vigilaban pues, justo en ese momento salieron a su encuentro. Los incriminan por estar incumpliendo la norma. Ellos alegan que les falta media hora para ser infractores y que alcanzan a llegar a sus casas, a pie. Los agentes no se muestran interesados en dejarlos ir, sino por el contrario, les demoran con la conversación básica: muestre su cédula, dónde viven y, por qué están de noche en el parque. El reloj marca las once y media y es tiempo del comparendo.
En esta situación de retención Camila hace una llamada a su madre y le cuenta lo que ocurre y esa acción molesta al uniformado. Los intimida con el celular, grande, especial, simula digitar la multa, e insiste en saber si alguno de ellos lleva dinero en los bolsillos. Por desgracia, para ella, no llevaban sino los cigarrillos, el celular y la mascota.
Lo que sucede, después, es inaudito y quizá, más frecuente de lo que se cree. En lugar de extender el comparendo, por demás, injusto, y dejarlos ir, o acompañarlos para asegurarse de que llegan bien a sus casas los llevan al Centro de Atención Inmediata (CAI). En ese lugar, se encuentran con personas en condición diferente, borrachos, borrachas, gente de la calle, drogados, ladrones, incautos como esta pareja y dos policías más, entre ellos, una mujer. Separan a la joven del novio y de la madre, quien ha llegado al CAI. Entran a Camila a un cuarto especial, donde hacen las “requisas”. Esta requisa tiene lugar, según ellos, porque la han señalado de robarle cien mil pesos a una persona, allí presente.
Ya en el cuarto de la “requisa”, el policía del celular grande parece el jefe, le exige despojarse de sus ropas; ella desnuda, se resiste a bajar su pantalón interior, sin embargo, le toca los pezones, le aprieta los senos y él se desabrocha el pantalón. La joven forcejea y grita. El policía se enfurece, la empuja contra la pared y en medio de gritos, la mujer policía, sin abrir la puerta, le dice que “debe hacer lo que pide el oficial porque la requisa es completa”.
De esta forma, se consuma una acción violenta ante testigos y, aunque graban los gritos, parecería cruel, sirve como prueba. Las víctimas, madre e hija, piden ayuda por fuera del CAI y en medicina legal, después de contar lo ocurrido, les entregan el informe médico pericial, hecho por una mujer, que dice: “solo” se encontró semen, pero como no hubo penetración, no hay violación. Preguntada la doctora, al respecto, respondió que así lo contempla el código de la ética médica. Es decir, no hay delito.
Parece no ser suficiente la definición de la Organización Mundial de la Salud -OMS-, sobre que: “El uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho, o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones” es violación de derechos. Camila, para ser oída, expuso su caso en la radio. Al ser entrevistado el jefe de la Policía confirmó que “el agente fue removido del cargo”. Este maltratador fue enviado a su casa y hará, en su entorno, lo que sabe hacer. Agredir. Habría sido más consolador saber que se encuentra en un centro de rehabilitación, con vigilancia estatal para violadores y abusadores y con mayor razón si tiene el poder de un uniforme. No son gratuitas las cifras que determinan que el 80% de las violaciones se ejecutan en el círculo familiar o de amigos.
Aún tenemos viva la imagen de desprecio ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con motivo de la demanda, por violencia sexual, de Jineth Bedoya, cuando el representante del estado de Colombia se retira del salón donde los magistrados del tribunal van a escuchar a la violentada. Debieron pasar 20 años para recibir, por una parte, reconocimiento internacional, y de otra, por el país, un desplante de esa figura masculina, omnipotente y ancha de hombros.
Así funciona el tratamiento de estos delitos. Si las autoridades sugieren que “no debía estar a esas horas fuera de casa”, a cualquiera le podría pasar; alguien de nombre Camila, o Camilo, no es transcendente, porque no es solo una cuestión de género, es la presencia de una visión falocéntrica en la sociedad. Es la práctica de un canibalismo social, o auto-sarcofagia que significa comerse a sí mismo. Las instituciones para resguardar a los ciudadanos se vuelven contra la comunidad representada.
No me alcanza la esperanza para pensar en cómo y cuándo, podría o podrá, suscitarse un cambio de perspectiva. Y después de dos años de ocurridos los sucesos relatados, me pregunto: ¿Qué habrá pasado con Camila?, ¿seguirá su corazón violentado y traicionado por quien la debía defender?
Junto con la escritora Alba Lucía Ángel diría desde esta tribuna que: …” Todo está corrompido, viciado, descompuesto. No purgues más, deshazte del veneno, tú eres virgen, Mariana (Camila), vomita la serpiente…”. Y, “…no tienes mácula porque eres como el viento que corre entre pajares y se divierte con las olas y es compañero de la iguaza[ii]…”[iii]
La tarea continúa…
[i] Nombre modificado.
[ii] Ave que se mantiene activa día y noche y duerme en las ramas altas de los árboles.
[iii] Misiá señora.
Martica tú escrito es la voz de las sin voz en una cultura patriarcal que invisibilza y normaliza las Violencias de género
Gracias
Gracias por seguir la lucha
Marta,disfruto con tus escritos y si , como en tu escrito me pregunto .. Qué pasa con Camila , Camilo y tantas personas que son humillados , violados física y emocionalmente , no pasa nada ni acá, ni en ninguna parte , son invisibles …
Es una de las tantas agresiones recibidas. Gracias por leer mis escritos.