La página en blanco
La parálisis ha llegado sin avisar. Se ha instalado en esa porción del cerebro que piensa y, como un virus, ha contagiado mi mano, mi lápiz y la computadora también. Los fragmentos de imágenes confusas se amontonan como rocas en remolino, al pretender salir a un mismo tiempo por ese orificio indescifrable de la creación literaria.
El atasco produce un ruido insoportable que distrae mi atención de lo sustantivo, enredando mi quehacer en pequeñas historias inconexas y de poca importancia para los lectores ansiosos por pensar. Para un escritor, “la página en blanco” es tanto o más dolorosa que un pinchazo en un nervio espinal.
¿Dónde encontrar de nuevo esa idea sencilla que enfile las complejas y haga reaparecer el flujo de la invención? ¿Cómo construir una trama interesante que ordene el escrito en presentación, nudo y desenlace? ¿Hallaré ese personaje memorable que muta, crece, desaparece y, además, nos haga reír o llorar? ¿Podré continuar en la obstinada búsqueda de la satisfacción creadora?
Si he trasegado sin descanso por los vericuetos de la escritura, de la lectura y de la reflexión, entonces, ¿por qué las historias no fluyen? Quizá porque aún percibo más ignorancia que sabiduría, más inercia que movilidad, más respeto por el oficio de escritor que atrevimiento para intentarlo una y otra vez. O tal vez, el trabajo con rigidez ha creado una barrera de obstáculos en el devenir de ellas. Todas parecen conjeturas.
En este tozudo empeño he listado de nuevo los personajes construidos, he revisado sus historias y, aun así, no aseguro el salto hacia el deleite y la felicidad por el mundo ficcional creado. Se me ocurre pensar en otra condición probable: el síndrome del impostor. Lo definen como aquella sensación de ser un fracaso, un engaño y sentir miedo a enfrentar el éxito que justificará la parálisis. Es como si ante la urgencia de cruzar un puente que conduce al lugar con el que se ha soñado lo invade el pánico, lo induce al retroceso cuando en realidad estaba muy cerca del objetivo.
Es Shakespeare, en Hamlet, en su famoso monólogo quien me recuerda ¡Ser o no ser: he ahí el problema! To be or not to be, that is the question, y nos remite al dilema existencial del ser humano: actuar o quedarse en la inacción, tener coraje o temor, la vida o la muerte y es similar al enfrentado por el escritor, no solo en la construcción de su obra cuándo se pregunta: ¿dejarla? o ¿continuar?, sino también, cuando haya de exponer ante el público la misma y tenga que dar cuenta sobre la manera de cómo encontró esa horma para el tipo de pie.
Ello se refiere a la decisión en la escogencia del tipo de narrador, la selección del ambiente donde se desarrolla la historia, el tiempo, la persona del verbo y en su conjunto las fichas que ayudan a armar el rompecabezas del escrito para que pueda verse el diseño en su totalidad. He ahí el problema. Si esa tarea fuera sencilla habría escritores a granel.
Y como un mago, la porción lectora del cerebro es quien me auxilia en susurro: utiliza una herramienta de inteligencia artificial (IA), por ejemplo, el ChatGPT. Con esmero y para tranquilidad del bloqueo busco la respectiva posición (no es página) en el libro virtual y encuentro a Mary Dawn con su obra “ChatGPT para escritores de ficción” y mi cerebro se alista para liberar suficiente serotonina, endorfina, dopamina y oxitocina como las hormonas de la felicidad que dicen ser. Sin duda, creo haber simplificado los síndromes mencionados.
Pero en simultánea (así funciona el cerebro) recurro al archivo de imágenes y preparo el insumo requerido por la máquina que estará detrás de la pantalla del ordenador. Sin embargo, esa vocecita interior incrédula me recuerda a Deborah Levy, escritora inglesa, quien dijo en “Cosas que no quiero saber” que “…Una escritora no puede permitirse sentir su vida con excesiva claridad. Si lo hace, escribirá con furia cuando debiera escribir con calma”, y remata enseguida con Virginia Woolf, en “Cuarto Propio”, quien, a su vez, dice que “…Escribirá con rabia en lugar de escribir serenamente. Escribirá tontamente en lugar de escribir con sensatez. Escribirá sobre ella misma en lugar de escribir sobre sus personajes. Está en guerra con su destino.”
En un acto de agobio e independencia de unos y otros copio y pego:

Presiento la creatividad. Me emociono. Estoy a punto de tomarme una selfi.
En la posición 27 del libro leo la dedicatoria: “A mis compañeros de escritura para que no se sientan amenazados por todo lo que está por venir”.
¡Ups! Que advertencia inapropiada. Me asalta el temor ante lo nuevo. Y en la siguiente posición virtual aclara: “La clave está en los algoritmos” “…algoritmos sofisticados que están diseñados para aprender de los datos que se les proporciona…”
¡Ah, ChatGPT! Dispongo de fotos, imágenes, recuerdos, sentimientos, estados de ánimo y no tengo los algoritmos, es decir, no tengo las palabras precisas para preguntar. Pareciera la condena de Sísifo. Aprender, aprender y vuelta a aprender. Ahora segrego cortisol, mucho cortisol. Y esa voz inquieta me alienta diciéndome: con IA puedes corregir gramática y ortografía de forma automática, puedes generar ideas frescas, tener acceso a información y referencias que se encuentran en el mundo virtual y sin ella tardarías en lograrlo.
Finalmente, y después de avanzar en forma tranquila en el texto entiendo que sí bien es cierto, debemos “aprender a usar estos algoritmos e instrucciones para ahorrar tiempo y estimular nuestra creatividad”, como dice Mary Dawn, también es cierto, que en el proceso de escritura con o sin ayuda de la IA, u otras herramientas, requerimos de esa simbiosis en la lectura con los escritores que nos han antecedido y encontraron la horma que encaja en el tipo de pie. Además, debe ser un acto de comunión consigo, con los personajes y el entorno para lograr una obra que imponga un sello de la personalidad como escritor.
Ha sido un modo de pasar de “la página en blanco” a un escrito de 1000 palabras.
¡Hasta la próxima!
Cómo siempre prima tú pluma es exquisita, ya la extrañaba ??
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Gracias mi lectora. Hacía falta. Es cierto 🤣
Amiga , de verdad ya hacia falta que nos deleitaras con tus escritos y espero pases página en blanco y sigas escribiendo para seguir leyéndote . 👏👏👏
Hola amiga, el tiempo pasa sin darnos cuenta. Así es. Gracias