Soy Maribel la amiga de Charly. He ido al hospital a verlo porque nos conocemos de siempre. Me preocupa su estado de salud y lamento lo sucedido. De él puedo decir que me gusta su vivacidad y aún recuerdo una de sus frases repetida como mantra –cuando tenga uso de razón empezaré a servirle a la sociedad–. Yo me reía y le preguntaba –¿y qué es uso de razón? Y respondía con voz de persona mayor –es lo que nos ocurre tan pronto cambias un diente o haces la primera comunión– Por eso comenzó a tocar las campanas para la misa diaria. Era bajo de estatura y se subía en un banco de madera, se colgaba de la cuerda atada al badajo, se impulsaba como en columpio y hacía sonarlas de acuerdo con la ceremonia. Admiraba su atrevimiento, pues el campanario era alto y con ventanas abiertas. A mí en cambio, me daba miedo la altura, las escaleras empinadas, estrechas y en forma de caracol; lo hice una sola vez, por acompañarlo, y no me gustó.
En el colegio era lector de colecciones completas de libros, en orden; enumeraba los ríos del mundo, los países, sus climas, horarios, los verbos regulares e irregulares en tres idiomas. Decía tener el don de memorizar lo que quisiera con solo disponerse; eso sí, había que hacerlo, según él, sin dormir y comer durante el tiempo necesario para el aprendizaje. Entraba como en un trance alucinante y después dormía en compensación a las noches en vela. Esta condición le trajo conflictos con el padre, quien a su vez era autoritario y se consideraba un sabio. Charly lo retaba con preguntas rebuscadas y lo exasperaba con declamaciones largas, de la poesía del siglo de oro español, sobre todo de aquellas que sabía él desconocía. Una vez me contó, llorando, que lo había castigado por interrumpirle el descanso de medio día. En esa casa parecían congelados, durante una hora, después del almuerzo. Para mí era insoportable esa situación cuando iba invitada por Charly, pues debíamos hablar en susurro y caminar en puntillas para no despertar al ogro que yacía dormido a pierna suelta y con el ventilador a todo ritmo.
Su madre trabajaba en la casa y el padre tenía un cargo, importante, en el gobierno. Al principio, en nuestros años de adolescencia, transcurría la vida de esa casa como normal, pero después empezaron a visitarlo personas raras, según Charly, que lo amenazaban y luego había dinero para vacaciones, ropa y regalos para la familia. Con su agudeza Charly quiso averiguar qué ocurría en ese cuarto de estudio del padre con sus visitas raras. Por esta razón husmeaba. Charly parecía un sabueso, autodidacta. Yo solo me reía, porque todo lo de él me producía asombro y encanto. Por esta razón no presté atención a los detalles de sus investigaciones.
El reloj nos ha marcado un poco más de cincuenta años juntos y yo no he encontrado como organizar mi vida sin Charly. Nos decían que estábamos enamorados. Siempre estuvo, en medio, opinando y objetando mis posibles pretendientes. Una semana antes del suceso, lo vi preocupado. Me dijo sentirse cansado, envejecido y que su madre se quejaba de un dolor en el pecho y creía que moría lentamente. Lloró y nos dimos un abrazo tan fuerte que nos besamos por primera vez. Lo atormentaba la frecuencia de esas personas en la casa, el silencio y la palidez de su madre; además, que cada día era más intolerable la agresión de su padre a ambos. Había tenido que abandonar la universidad y por su madre no tenía deseo de irse de casa.
En el hospital me he enterado, por el oficial de policía, quien busca mi declaración, de que el bibliotecario, Baldomero, ha dicho que Charly era aficionado a los libros paranormales, de doble personalidad y que repetidamente pedía prestado el mismo libro de Stevenson, Dr, Jeckyll y Mr. Hayde. Les dijo sobre lo inusual que le parecía verlo, casi a diario, concentrado y anotando en un cuaderno. Contó sobre las veces que le había ofrecido otros libros y que él se había negado a recibir uno diferente. Para mí, que creía conocer todo de Charly, ha sido una sorpresa, aunque si conocía de un tratamiento mental. El agente, para conquistar mi argumento, me dejó leer el interrogatorio de la médica tratante.
Agente: ¿Es usted la médica tratante del señor Charly?
Siquiatra: Si señor. Estoy bajo la reserva del ejercicio profesional, pero ayudaré en lo necesario.
Agente: ¿Por qué atiende al señor Charly?
Siquiatra: Él presenta algunas obsesiones, delirios, a veces no duerme, otras mucho y quiere estar ocupado todo el tiempo. Su cerebro es demasiado activo.
Agente: ¿Eso es peligroso, normal, o ¿cómo lo considera?
Siquiatra: Él es muy inteligente, excelente memoria, matemático, poeta, amante de la música clásica.
Agente: No me respondió. ¿Cree que pudo estar involucrado en el incendio?
Siquiatra: Bueno, él padece del complejo de Edipo ¿sabe qué es eso, agente? Es un amor excesivo por la madre y quien le quite la atención de ella podría estar en peligro.
Agente: No me respondió. O sea que ¿podría ser ese el motivo?
Siquiatra: No puedo asegurarlo.
Estoy narrando estas cosas íntimas de mi amigo por mi desconcierto. Sí recuerdo una vez que me aseguró tener otro don: el de escuchar dos voces distintas a la suya. Una aguda que lo incita a no dormir, no bañarse y a pintar la complejidad del universo. La otra voz, grave, lo estimula a bailar, cantar, gritar y a reírse del ruido de los adornos cuando caen rotos en el suelo. Esas voces las escucha por temporadas y creo son la razón de la medicación. Sus papás se lo llevaban a otra ciudad por ese tiempo y lo regresaban jovial y divertido como lo he conocido. La policía me habló del incendio provocado, en su casa, a la hora de la siesta. Una explosión dejó los cuerpos de sus padres calcinados. A Charly lo sacaron con vida, y en mal estado. Las quemaduras dan cuenta de la gravedad de lo allí ocurrido. En su histeria decía a gritos “¡perdón! Por el error”, “¡perdón! Por el error”. Encontraron un envase grande con posible contenido de gasolina, cuadros rotos, muebles quemados y destrucción casi total de la vivienda. No hay pruebas contra él. Solo una persona escuchó una discusión al interior de la casa, en horas de la noche, el día anterior.
Él quedó solo, deformado y alterado. Declararé por su inocencia. Y ¡perdón! Si lo mío también es un error.
Me mantuvo concentrada en la historia y sorprendente el desenlace.
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Qué bueno
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Felicidades por siempre, tienes una manera perfecta de combinar las letras. Dios siga aumentando tu sabiduría.
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Gracias Diana
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Este me ha gustado mucho. Es mi favorito.
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Hola amiga , me gustó mucho lo de la amistad , el desenlace no me lo esperaba ..
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Me gusto!
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Marta, logras crear un gran personaje, uno le ve. Me alegra tu escritura.
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Qué emoción que tú lo digas, maestro de las letras
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Me encantó excelente como y.
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Felicitaciones Marta, tienes el don de la escritora , que unos cierra los ojos y viaja con la imaginación y te acompaña en tu recorridos por esos lugares maravillosos, me gustó y nuevamente «Te felicito».
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Gracias 😄😄
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Me gustó el planteamiento del mundo emocional de los personajes, un buen gancho!
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Son unos personajes que me persiguen. Ojalá pueda profundizarlos más. Gracias por leerme
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